Un gran escocés.





       Vamos a comenzar la semana hablando de cine, y tal como haré ocasionalmente, repasaré la vida y obras, de una gran leyenda del séptimo arte. En este caso, se trata de uno de los actores más carismáticos de la historia del cine. Ya no se trata sólo de talento, sino de presencia, en el momento que entra en escena, colapsa toda la atención hacia él. ¿A quién me refiero?, al grandísimo e inimitable, Sir Sean Connery.

       Nacido en 1930, en Edimburgo,  Thomas Sean Connery, era un niño menudo, no muy buen estudiante, que alrededor de los trece años, dio un gran estirón, situándose casi en su estatura actual (1,89 metros), lo que hacía que se le viera mayor, de lo que realmente era. A los dieciocho años, comenzó a trabajar, demostrando su inquietud, ya que prácticamente probó en multitud de empleos distintos, desde repartidor de leche, pasando por alistarse en la marina, camionero, socorrista, modelo, pulidor de ataúdes e incluso, futbolista, deporte que no se le daba mal en absoluto, puesto que estuvo a punto de fichar por el Manchester United, cosa que no fructificó debido a que Connery se veía demasiado joven para dedicarse profesionalmente al fútbol. En el deporte que sí destacó fue en culturismo, entrenando con su instructor de gimnasia del ejército, aquí llegó a presentarse a varios certámenes de Mister Universo.

       En los años 50,  uno de sus empleos fue tramoyista en un teatro, aquí se empezó a interesar por la interpretación y desde entonces… Su primera interpretación en cine, fue en 1957, en un papel secundario, en la película No road back, interviniendo durante unos cuantos años en películas poco destacables. En 1958, ya acomete un papel importante en Brumas de inquietud, junto a Lana Turner. En 1961, interviene en la producción televisiva Anna Karenina, esta vez ya, como protagonista.





       Poco a poco, se va haciendo un nombre en la profesión, hasta que en 1962, le ofrecen interpretar a un personajillo, un tal James Bond, agente 007, en la película 007 contra el Dr. No. El arrollador éxito de esta, propició la serie del agente secreto, tal y como la conocemos a día de hoy, y en la que Sean Connery deja su impronta como el James Bond favorito de la mayoría de los fans del personaje. Su intervención en la saga continúa con Desde Rusia con amor (1963), Goldfinger (1964), Operación Trueno (1965) y Sólo se vive dos veces (1967). En 1970, un poco harto del personaje y queriendo probar suerte en otro tipo de producciones, abandona la franquicia y deja su puesto a George Lazenby, aunque posteriormente, aún protagonizaría Diamantes para la eternidad, antes de ceder definitivamente el personaje a Roger Moore…bueno, definitivamente no, en 1983 volvió al personaje en Nunca digas, nunca jamás, pero al ser de otra productora y con un tono levemente paródico, no está considerada canónicamente dentro de la saga.




       Durante los años setenta, Connery trabajó incansablemente para quitarse de encima el encasillamiento de James Bond, aunque ya había dado muestras de su solvencia aparte del personaje, en su trabajo con Alfred Hitchcock en Marnie la ladrona, también lo hará posteriormente en Asesinato en el Orient Express, y sobre todo, en grandísimas películas como El hombre que pudo reinar y El viento y el león, sin olvidarnos de una maravillosa película de culto como es Robin y Marian, dando vida a un maduro, pícaro, socarrón, pero encantador Robin Hood, en su última aventura.




       A principios de los años 80, interviene en la antes citada Nunca digas, nunca jamás y después del rodaje, descontento de los grandes estudios, se toma dos años sabáticos. Transcurrido este descanso, su siguiente trabajo fue en una producción europea que marcó el resto de su carrera , El nombre de la Rosa (1986). El éxito, tanto de la película, como del trabajo del actor escocés, reactivaron inmediatamente su carrera, a lo que contribuyó un breve, pero intenso, papel secundario en Los inmortales, dando el Do de pecho como Ramírez, el mentor del protagonista. Al año siguiente, vuelve a asumir el rol de maestro o mentor en otra película fundamental, Los intocables de Elliot Ness, gracias a este trabajo, obtuvo  el reconocimiento de la Academia en forma de Oscar al mejor actor de reparto, por su papel del veterano de policía irlandés Malone. 




       Sin dejar de asumir el rol de figura paterna, y esta vez mucho más claro, llegó su gran éxito en Indiana Jones y la última cruzada (nunca el arqueólogo estuvo mejor acompañado), donde se come, literalmente, a Harrison Ford, en cada escena que comparten. 



       También me gustaría destacar la película que rueda un año después, uno de sus papeles más recordados, el inquebrantable comandante de submarinos Marko Ramius en La caza del Octubre Rojo. Aún recuerdo cuando la vi en el cine, y la impresión que daba la figura del actor, en cada escena ambientada en el puente de mando del submarino, independientemente de que tuviera que ver o no con la acción, todas las miradas iban hacia el.

       Aquí comienza una racha de reconciliación con los grandes estudios, en la que estrena títulos como: La casa Rusia, Los últimos días del Edén, Sol naciente, Causa justa y El primer caballero, dónde puede decirse que  si hay algo que se salva en esa película, es el Rey Arturo, al que da vida nuestro protagonista de hoy. 

       El año 1996 lo comienza haciendo un gran trabajo de voz en Dragonheart, en el papel de Draco, el último de los dragones, y ese mismo año, se revela como gran actor de acción, en uno de los mayores éxitos de la década, nos referimos a La Roca, donde aparte de una grandísima actuación, hacía un duelo mano a mano con Nicolas Cage, en lo que a peluquines se refiere.



       Ya estamos llegando a los últimos años de su carrera, en los que si hay alguna frase que los definiría, sería la temporada de los altibajos, junto a títulos como La trampa o Descubriendo a Forrester, alterna algún que otro desastre como Los vengadores (no la de ahora, el despropósito de los noventa), y La liga de los Hombres Extraordinarios, donde a pesar de encontrarnos con un auténtico desastre de película en todos los sentidos, Connery salva los muebles a su manera, con su papel de Allan Quatermain. Debido al fracaso de esta última, y después de rechazar una impresionante oferta para interpretar a Gandalf en la trilogía de El Señor de los anillos (un 15% de la recaudación de la trilogía, unos 400 millones de dólares), Connery, decidió retirarse del cine, según sus palabras, “Desilusionado de la cantidad de idiotas, que hay actualmente produciendo películas en Hollywood”, palabra que cumplió, pues no hemos vuelto a verlo en la gran pantalla, desde el año 2003.




       Si tuviera que escoger, un actor representativo de la época que me ha tocado vivir del cine, sin duda sería este genial escocés, independientemente de su rumoreado mal carácter, cada personaje, cada interpretación, cada gesto suyo en una pantalla, se queda grabado en nuestra memoria. Posiblemente el único actor que con su sola presencia en un reparto, me hacía pasar por taquilla automáticamente. Con todos mis respetos hacia Ian McKellen, por el que también siento una profunda admiración, no dejo de pensar, como hubiera sido un Gandalf, interpretado por Connery.

       Imagino que no seré el único de esta opinión, y que muchos de mis contemporáneos, sentirán la misma admiración y el mismo respeto por este genial actor y gran escocés.


       Un frikisaludo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Chewie, hemos vuelto a casa por Navidad.

…y nada volverá a ser lo mismo.

Paso a paso, golpe a golpe, asalto a asalto...